Son múltiples los efectos financieros ocasionados a nivel mundial por la pandemia. En México, su impacto ha sido evidente en importantes aspectos como el desempleo, el desplome económico de algunos de los principales socios comerciales del país, la caída de los precios de las materias primas, la interrupción de las cadenas de producción, una menor demanda de servicios turísticos y, entre muchos otros, la fuga de capitales y devaluación de las monedas.
Ante la gran incertidumbre económica, cobra especial importancia disponer de una contabilidad fiable que nos permita, junto con otras herramientas y variables, tomar las decisiones más adecuadas para superar de la mejor manera el difícil momento.
De manera protagónica, surge la contabilidad, cuyo objetivo es analizar la realidad económica y financiera tanto de un pequeño negocio como de un gran grupo empresarial, con el fin de facilitar la toma de decisiones financieras, estratégicas y de control. Dicha información no se limita a los dueños o propietarios, sino a un grupo heterogéneo de usuarios interesados en conocerla, tales como proveedores, clientes, empleados, entidades financieras, administraciones públicas, etc.
Es así que la función del Contador se consolida como un pilar fundamental para proponer alternativas a las empresas y ayudarles a recuperar de a poco su economía, minimizando costos y maximizando utilidades, lo que reafirma su papel como un profesional orientado al análisis y solución de crisis de manera inmediata y un inmejorable generador de valor al servicio de las organizaciones y la protección del interés público.
La Federación Internacional de Contadores (IFAC, por sus siglas en inglés) se ha manifestado respecto a las funciones del contador durante la pandemia del COVID-19, destacando la situación coyuntural y su impacto directo en la economía. En ese contexto, la función del contador público debe responder a los retos que presentan las crisis que enfrentan hoy las empresas y, en ese orden de ideas, demostrar altos niveles de diligencia, integridad y juicio profesional.
El Código Internacional de Ética para Profesionales de la Contabilidad, contempla las normativas que buscan establecer los estándares de comportamiento a nivel profesional para el contador. Más allá de sus demás responsabilidades (auditores, revisores fiscales, miembros de juntas, etc), el contador resulta fundamental para la creación y emisión de reportes, situaciones económicas críticas o difíciles de prever, información contable sobre los estados financieros, así como para presentar conclusiones que reflejen de forma parcial la situación económica de las entidades.
De esta manera, será posible prever, anticipar y tomar decisiones de forma oportuna frente a posibles riesgos de fraude o malinterpretación de la información. La relevancia de lo anterior se hace mucho más vigente en un momento en el que los controles se hacen con mucha más frecuencia de lo habitual. Del mismo modo, los métodos de supervisión deberán adaptarse a los posibles cambios de operación que demanden las empresas.
Entre las actividades permanentes de un contador, independientemente de la duración, los efectos y el impacto ocasionado por el COVID-19, podemos mencionar:
- Elaboración de las diferentes declaraciones tributarias: retención en la fuente, declaración de IVA, Industria y Comercio, entre otros.
- El envío de reportes, como la información exógena y Supersociedades.
- Renovación de la matrícula mercantil.
Resulta entonces evidente la postura del contador para hacer frente a los retos actuales bajo la exigencia de conducirse con integridad y profesionalismo, siempre consciente del curso y las consecuencias que tendrán sus decisiones, en el marco de la situación global actual.
Cierto, son muchas más las personas que intervienen en los procesos en torno a la contabilidad, pero es el profesional contable quien llevará a cuestas la responsabilidad y la transparencia de los resultados.